Algo que no le falta a Latinoamérica son luchadores y activistas comprometidos con la justicia y con ampliar la frontera de derechos para todas las personas. En Centroamérica, una red de activistas LGBTI trabaja arduamente para mejorar la calidad de vida de quienes no se ajustan a los parámetros de género establecidos por el patriarcado. Representando a TEDIC, tuve el gusto y el desafío de trabajar con estos activistas durante dos días en un taller sobre autocuidado y seguridad digital en Nicaragua, organizado por el equipo de Akahata y la colectiva de mujeres transfeministas Mujeres al Borde, en el marco del programa Dignity for All.
El encuentro fue una oportunidad de introducirlos y profundizar sobre distintos aspectos de nuestra vida digital para que el activismo sea más seguro y efectivo. Arrancamos el taller con una pregunta: ¿Quiénes definen los códigos que gobiernan nuestras vidas?. Hablamos de la configuración de Internet, sus distintas capas, actores, y las relaciones de poder que la definen. Luego conversamos sobre los números y hechos que evidencian que Internet es profundamente desigual. Si bien los números de penetración a la red han mejorado en Latinoamérica, la calidad del acceso sigue muy bajo en países como Nicaragua y Paraguay. Además, los contenidos que circulan son en su mayoría producidos por hombres blancos, hetero y cisgénero, y la experiencia de uso de Internet está marcadamente diferenciada de acuerdo al género, la clase social u otras características de las personas. Por ejemplo, un análisis de 70 millones de comentarios que dejan los usuarios en las noticias del periódico inglés The Guardian reveló inquietantes hallazgos. Encontraron que de los 10 escritores que más recibieron insultos, 8 son mujeres y dos son hombres negros. Dos de las mujeres y uno de los hombres son homosexuales. Cabe destacar que la mayoría de los comentaristas son hombres blancos.
Los números de desigualdad dieron lugar a una conversación sobre formas de violencia en Internet. Con los participantes trabajamos en aprender a identificar los tipos de violencia, como el ciber-acoso, el robo de identidad, control en línea, doxxing, phising, la porno-venganza, entre otros. También discutimos sobre los dilemas de la aparición en Internet. Es decir, la tensión que viven las minorías como la comunidad LGBTI entre la necesidad de visibilizar sus demandas en la red por un lado, y por otro, el hecho que a mayor exposición, mayor suelen ser los ataques que reciben. Cómo encontrar el balance en esta tensión fue el foco de la discusión, lo que dio paso al módulo práctico del taller para fortalecer la seguridad digital de las personas y organizaciones.
Para el módulo práctico del taller, hablamos de cómo diseñar el modelo de amenazas a los que están expuestos: los datos que producen, dónde se almacenan, de dónde puede venir el peligro a la seguridad digital de cada uno (pareja, Estado, ISPs, Iglesia, grupos «pro-vida»). Para comprender mejor la cantidad de información que las personas generan, vimos videos ilustrativos de lo que muestran los metadatos de una persona. Con esto, presenté una propuesta de principios que pueden guiar la estrategia de seguridad digital de las organizaciones: trabajo coordinado con organizaciones expertas en seguridad digital; compromiso de cada miembro de la organización a reconocer su rol en la seguridad de todos y todas (somos tan seguros como el eslabón más inseguro de nuestra organización); recordar siempre que la seguridad digital es un proceso y hay que actualizarse constantemente, porque los riesgos y las mismas herramientas de seguridad cambian.
Algunas de las prácticas y herramientas que compartimos en el taller tienen que ver con navegación segura en Internet, contraseñas, configuraciones de seguridad en redes sociales, servicios de mensajería, entre otros. Finalizamos un día y medio de trabajo con compromisos asumidos por cada participante para mejorar su seguridad digital.