Cada vez que la comunidad LGTBIQ se manifiesta públicamente, interpelando su condición impuestas cultural, social y económicamente, se ejerce la imposición de uniformidad de género y se criminaliza los casos que no cumplen esa normativa del cuerpo y sexualidad. En algunos casos se lleva al extremo de la violencia, como el asesinato de la mujer transgénero en Ciudad del Este, en el que el Estado no sólo no impide, sino inclusive, no investiga este tipo de crímenes de género.
Esta violencia y criminalización se replica en Internet, porque esta tecnología fue creada sin tener en cuenta los contextos, sin comprender las relaciones de poder que actualmente vivimos. Esto genera preocupaciones a la hora de habitar y aparecer en Internet como comunidad LGTBIQ, ya que su inclusión no está reflejada en las “políticas de uso” de las aplicaciones de contenido (como Facebook o Google).
A esto se suma el hecho de que en Paraguay, no existen leyes contra la discriminación, y la violencia ejercida contra grupos vulnerables y minoritarios, no es castigada y ni prevenida. Esta falta de medida es una negligencia, ya que provoca aún más inseguridad y vulnerabilidad a este tipo de comunidades en espacios públicos como también es Internet.
La miopía de Internet
La aparición en público, en la calle o en Internet, de la comunidad LGTBIQ, siempre ha generado opiniones polarizadas. Su visibilidad desata muchas veces amenazas de violencia y criminalización por grupos conservadores y extremistas religiosos. Algunos casos que muestran este tipo de persecuciones u ocultamientos son los del Youtuber Paul Lando, que contrajo matrimonio con su pareja en los Estados Unidos, así como también los mensajes misóginos en las redes sociales contra la bloguera y periodista Karen Ovando por su orientación sexual.
Los continuos repudios públicos, acosos, intimidación y amenazas contra cualquier actividad de la comunidad LGTBIQ como es el besatón que se realiza todos los años en la plaza pública frente al Congreso, se manifiestan no solo en las calles sino también en Internet. Esto genera censuras, autocensuras y vigilancias de nuestras libertades por parte de otros ciudadanos y queda en evidencia la ausencia del Estado, que no promueve políticas públicas y que de alguna forma colabora con la discriminación, desconociendo las garantías y salvaguardas de protección, en el ejercicio de las libertades de toda la población.
Las personas involucradas en la creación de Internet, que quisieron generar un espacio de aparición, acceso, comunicación e intercambio virtual, no tuvieron en cuenta en su infraestructura, algoritmos, software, etc., una mirada inclusiva y diversa para este sea un espacio de libertad y seguridad para todos las personas.
Esta situación se produce como consecuencia de realidades, privilegios y miradas que surgen y se desarrollan desde el “Norte Global”, que no suelen ser las mismas que aquí en el Sur. Un ejemplo que muestra cómo afecta este diseño excluyente es la brecha digital de género: en Paraguay solamente el 35% de su población está conectada a Internet. Además, es una de las más caras y lentas de la región y en una internet donde es el Inglés el idioma predominante en los contenidos, a diferencia del español y guaraní, idiomas oficiales del país.. En definitiva, la construcción de artículos y conceptos son principalmente realizadas por hombres blancos, heteroxesuales y cisgénero.
Por todo lo anterior, se podría decir que cada bit es culpable de las exclusiones de grupos vulnerables y de las agresiones que reciben los mismo a través de Internet. Todo lo que salga de las reglas normativas impuestas al género, se queda excluido: desde la construcción del lenguaje de código y contenidos, hasta la forma de aparición de la comunidad LGTBQI en el ciberespacio. Esta exclusión en Internet trae aparejada la exclusión de derechos. Como dice Hannah Arendt,
“estar excluido del espacio de aparición, estar excluido de la pertenencia a la comunidad que ha originado ese espacio, es estar privado del derecho a tener derechos.”
Esta exclusión se refleja en violencia de género, que no desaparece, sino se traslada a Internet a través del ciberacoso, sextorción, doxxing, phishing, vigilancia, entre otros. Además existe una mayor probabilidad de recibir ataques, cuando las personas que pertenecen a un grupo minoritario o vulnerable como la comunidad LGTBIQ, ejercen un rol de exposición y aparición en las redes sociales como por ejemplo: ser periodista, bloguer o activista. Otro ejemplo de ello es el caso del hackeo de las cuentas de redes sociales de un actor mexicano donde se expusieron fotografías íntimas, develando así su identidad sexual en contra de su voluntad.
Todo lo anterior se refuerza con el análisis de The Guardian, que revela que unos 70 millones de comentarios escritos por mujeres, personas con identidad LGBTQi y judíos, durante 10 años, padecieron acoso en línea en forma regular y consistente.
Las defensoras en Paraguay
Por otro lado, aunque el 80% de las mujeres trans de América Latina muere antes de los 35 años, esto no detiene a las defensoras de los derechos trans de la organización Panambí, en Paraguay. Ellas han logrado un equilibrio entre la necesidad de protegerse y la de arriesgarse al salir a la calle y habitar los espacios públicos. Asumen que deben plantear sus demandas no solo, acerca de su derecho de aparecer en los espacios públicos, como la calle, sino también en Internet. Incluso muchas veces sin necesidad de hablar, solamente con exponer su rostro o su cuerpo. Esta aparición en la mayoría de las veces es criminalizada por exponer su género.
Según la entrevista realizada a las defensoras de Panambí, sus integrantes sufren bloqueo en susperfiles de Facebook luego de recibir denuncias de “perfil falso”. Ellas se ven obligadas a generar cada cierto tiempo –cada 3 meses por ejemplo– nuevos perfiles en esta red social, ya que Facebook les exige documentos legales, como pasaporte o cédula de identidad para recuperar sus cuentas originales. La empresa Facebook ha sido cuestionada últimamente por desconocer el derecho al anonimato, que suele ser importante en algunos casos, para el ejercicio del derecho de libertad de expresión.
Las trans en Paraguay hasta la fecha no se encuentran reconocidas legalmente con el nombre y el género que ellas elegían. En el 2016 se presentó el primer caso de amparo en el Poder Judicial, actualmente se encuentra en etapa de apelación. Según ellas, esto les afecta además la capacidad de ejercer sus derechos como salud, seguro social, o créditos, entre otros. Este problema como ya se mencionó, causa pérdida de derechos de aparición inclusive en Internet.
La Internet como factor de cambio
Sin duda debemos visibilizar las injusticias que ocurren en la presentación del género en espacios como Internet y darnos cuenta que la tecnología no es neutral. Los intermediarios de Internet, cumplen un papel fundamental para evitar las formas de discriminación y desigualdad: se deben promover políticas tecnológicas hacia el empoderamiento de los grupos vulnerables como la comunidad LGTBIQ, campesinos, mujeres, personas con discapacidad, minorías religiosas y raciales, indígenas, apatriados y otros.
Para habitar Internet de forma libre y segura debemos presionar a los intermediarios y a los Estados para que intervengan y así lograr resolver los problemas que expusimos más arriba, de forma inmediata y con perspectiva de derechos humanos. Organizaciones como EFF han desarrollado plataformas digitales para reportar y documentar este tipo de abusos, así como el «Helpline de Access« para hacer el seguimiento personalizado de los casos de abusos con las proveedoras de contenidos.
Cabe mencionar los avances que Twitter está realizando para contrarrestar estos abusos y criminalizaciones en su red social: esto es una muestra de apertura y primeros pasos hacia una inclusión con perspectiva de género.
Nuevas formas y desafíos para habitar Internet
La frase “El género es performativo” (Butler, 1989) es una forma de interpretar el género para un ejercicio pleno del derecho de aparición en Internet. Es decir, la categorización del género es cultural y la recibimos todos, pero eso no significa que se encuentre encarnada en nuestros cuerpos, como si fuéramos sujetos pasivos, obligados a llevar una marca. Aunque estamos más o menos obligados a reproducir las normas de género, no todo el tiempo actuamos “como mujer”, o “de modo femenino”: hay veces que actuamos de formas que suelen atribuirse a “lo masculino”. Estas normas también nos producen, pero no determinan lo que somos; más bien dan forma a nuestro modo de vida corporeizado, que se va construyendo en el tiempo, y muchas veces va forzando a rechazar las normas interpuestas hasta hackearlas y construir así prácticas más allá del género asignado.
Internet nos da la posibilidad de habitarla de manera libre y segura, siempre y cuando sus aplicaciones e infraestructura lo habiliten, a través de posibilidad de anonimización, cifrado, transparencia en el software (software libre), privacidad por diseño, entre otros. Pero antes de eso, para empoderarnos de la tecnología debemos apropiarnos de ella, aunque las condiciones no sean las más favorables, para luego hackearla de forma organizada. Como dice Butler (2015):
“a veces lo mas importante no es el poder que uno tiene y que le faculta para actuar, a veces, lo que hay que hacer es actuar, y a partir de esa actuación reclamar el poder que uno necesita”.
Así nacen formas de empoderamiento de la tecnología con perspectivas de género como el caso de la trans y hacker Audrey Tang, que actualmente ocupa un alto puesto político como ministra digital de Taiwan y que ha tenido impacto en la agenda mundial de apertura de datos públicos, ocupado los primeros puestos en Open Data Index de Gobierno Abierto.
Otro ejemplo es la construcción de redes mesh en América Latina, una forma comunitaria de proveer de Internet que hackea la visión estancada sobre las TIC, que busca un modelo diverso y alternativo de conectividad: sin empresas intermediarias, donde la comunidad construye su propia red y la administra, generando a su vez sus propios contenidos y comunicaciones.
Servidores inclusivos, alternativos y cogobernados, como Kéfir o MayFirst, que tienen una mirada comunitaria y menos mercantilista sobre los servicios, y una política transparente y respetuosa sobre datos personales que gestionan en sus infraestructuras.
Las acciones CiberFeministas y Ciber-transfeminista que buscan resistir a las políticas de exclusión a través de la apropiación de la tecnología, realizando editatones de Wikipedia, talleres de software libre, sexting seguro, Do it yourself en TICs, anonimización, seguridad digital, entre otros.
En TEDIC y otras organizaciones de derechos digitales en la región, trabajamos en la construcción y monitoreo de las agendas locales, y estrategias de resiliencia digital en Internet con una mirada inclusiva, diversa, libre y segura. Buscamos generar procesos permanentes que permiten preservar la infraestructura de Internet, transformando la situación actual presentada anteriormente: permitiendo otras formas de habitar y producir en Internet. Buscamos la autoderminación para una comunicación libre y segura en Internet porque la educación social sin perspectiva de género, sólo perpetúa desigualdades.
Ejemplos de estas acciones que realizamos se reflejan en el análisis crítico del Plan Nacional de Ciberseguridad con perspectiva de Género, o en los talleres sobre sexting –enviar contenido erótico a través de nuestros celulares, como una forma de empoderamiento y control del cuerpo. Como dijo Haraway:
“no nos salvará el cyborg como no nos salvó el Che. No se trata de salvarnos sino de crear nuestros propios mecanismos y redes de apoyo. Un lenguaje propio. Otras formas de relacionarnos. [..] Devenires inapropiados e inapropiables” (Torres, 2013).
La lucha para ejercer el derecho de aparición en espacios no-corporeizada o transfronterizos, donde se sustentan redes, vidas y aparecen nuevos códigos, se deberá realizar de forma insistente en aquellos lugares y momentos que se nos esconde, que se nos elimina; donde se expone la violencia de género, y así utilizar a nuestro favor toda esta experiencia común, con todas las comunidades vulnerables, y que puedan llegar a transformarse en base a su resistencia organizada. Esta mirada es fundamental en cualquier lucha por la democracia.
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