por Norma Flores Allende
No es una sensación ni un mito: las videollamadas ciertamente cansan y demandan mucho más que una reunión presencial. “La fatiga por Zoom” es real, y a pesar de que lleve ese nombre, se aplica a cualquiera sea la herramienta que usemos.
La gran mayoría de nuestras comunicaciones con otras personas están mediadas ahora por plataformas y programas, que a su vez conviven con decenas de otras aplicaciones. Al correo de nuestro trabajo se superpone el chat de nuestra pareja mientras seguimos de cerca uno de los miles de webinars o lives de los que abundan, a la vez que nuestros grupos escriben en WhatsApp. Y eso sin mencionar el nuevo hábito que se ha instalado recientemente en nuestra cotidianeidad: participar en videoconferencias o videollamadas.
La pandemia impuso una omnipresencia de pantallas. La realidad no es que las personas estamos encerradas en nuestras casas, más bien estamos atrapadas entre nuestras computadoras, teléfonos y tablets. Es en estos dispositivos donde transcurre nuestra vida personal, laboral, académica, sentimental, social y hasta sexual.
Tanto clases, citas, consultas médicas, reuniones familiares, fiestas y hasta bodas se realizan actualmente por medio de estas plataformas. Lo que antes era algo limitado a pocas personas que antes de la COVID19, viajaban constantemente, teletrabajaban o trabajan en entornos multinacionales, ahora se volvió masivo. Y esto no es tan bueno como parece. En realidad, este exceso se volvió tóxico.
Crisis, crisis, crisis
Estamos atravesando crisis simultáneas a nivel económico, social y sanitario que no se limita al coronavirus sino que también tiene una importante dimensión en lo que respecta a la salud mental.
En este sentido, varias personas perdimos nuestros trabajos mientras que otras trabajamos más que nunca, y en las peores condiciones: estamos hiperexplotadas, e hipercansadas. Esta es la distopía más aburrida y estresante que se pudiera haber imaginado. Es peor aún porque a pesar de toda esta hipercomunicación e hiperconexión, nunca la soledad ha sido mayor. Esta es la hipersoledad.
No es lo mismo el “cara a cara” que el Zoom (o cualquiera sea la herramienta que usemos). Una videollamada es completamente diferente a comunicarse de manera presencial, y esta frustración produce mucha ansiedad. Además de que debemos lidiar con todos los desperfectos de la tecnología y la pésima conexión local, carecemos del tipo de comunicación más importante para la especie humana y la que realmente nos permite entendernos: la comunicación no verbal.
Sin gestos ni movimientos corporales, es sumamente difícil darnos a entender y lograr que nos entiendan. Ver un pequeño cuadro de un rostro pixelado y escuchar una voz con tintes metálicos contribuye a nuestra condición de estrés, incertidumbre o nerviosismo que estamos viviendo, lo cual muchas veces pasa desapercibido o minimizado en nuestro cotidiano. Por eso el cansancio, ya que tenemos que hacer esfuerzos adicionales que no hacemos normalmente en las conversaciones en persona.
La tecnología que permite las videollamadas dista de ser perfecta: ¿me ves? ¿Me escuchas? No veo nada, cayó Internet, no sé cómo compartir mi pantalla, etc. son elementos que interfieren en nuestra comunicación. Constantemente debemos estar comprobando que los dispositivos estén funcionando, que la plataforma sea apta, que las otras personas no sólo nos escuchen sino que también nos entiendan. Es agotador. ¿Entendés lo que te quiero decir? No, no te escucho. Esperame que tengo problemas con el audio.
Todas estas herramientas son nuevas para la mayoría de nosotres y por lo tanto, requieren un tiempo y una dedicación extra para aprender a usarlas eficazmente. Trabajo gratis que se suma a nuestras ya de por sí extenuantes jornadas, y a estresantes experiencias, por ejemplo un zoomboombing o los fracasitos digitales como querer comentar algo en privado, pero por equivocación hacerlo en el chat grupal, o decir algo indebido sin darnos cuenta de que nuestros micrófonos estaban encendidos.
A poner límites
Esta videollamada podría haber sido un mail. ¿Ya te dijiste alguna vez eso?
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El teletrabajo es nuevo para casi todas las personas. Entre improvisación e improvisación, hemos llevado los vicios de la oficina presencial a la casa. La “reunionitis” es uno de esos clásicos que también se trasladó al “home office”. Solo que la cuarentena la empeora porque las pantallas ahora consumen todos los aspectos de nuestras vidas.
Toda nuestra vida transcurre en mismo lugar. Este territorio de pantallas nos absorbe, nos consume, nos apaga.
Por eso, en medio de este océano de reuniones, llamadas, webinars, vivos, etc., tenemos que ser capaces de detenernos y preguntarnos, ¿cuánto de esto es realmente necesario? Es posible que la respuesta sea solamente el 1 %.
Quizá sea momento de que nos acordemos de las alternativas a las videollamadas:
• Llamada convencional
• Mensajería instantánea (Recomendamos Signal)
• Correo electrónico
• Gestores de tareas
• Herramientas de comunicación en equipo
Para tomar estas decisiones podemos hacernos preguntas como:
• ¿Con quiénes necesito hablar?
• ¿Por qué y para qué necesito hablar con estas otras personas?
• ¿Podría resolverlo por escrito o solo por mensaje de voz?
Si bien es cierto que el exceso de pantallas nos puede abrumar, también debemos alfabetizarnos en autocuidado digital. Un primer paso para empoderarnos es detenernos y hacernos preguntas. Nosotres podemos tomar el control de la tecnología. Podemos decidir cuándo y cómo utilizarla y con quiénes. Y también si queremos usarla o no. El autocuidado es fundamental para que la tecnología no nos consuma.
Consejos para una videollamada eficaz, eficiente y no mortal
Si por algún motivo, necesitamos ver a la otra persona, compartir una diapositiva, o un video, hay cuestiones que podemos tener en cuenta:
• Tener definido sobre qué vamos a hablar y para qué
• Establecernos de antemano un tiempo de duración para el encuentro virtual
Herramientas que recomendamos
• Jitsi: porque es software libre, no requiere usuario ni instalación (excepto en smartphones) y es el que mejor cuida la privacidad. Podés leer más en nuestro artículo sobre videoconferencias seguras para todes.
• Signal: porque es un software libre que permite hacer videollamadas de hasta dos participantes, con privacidad y seguridad por diseño. Podés leer nuestro artículo sobre Signal.
Para saber qué herramientas te convienen usar para videollamadas con pequeños grupos grandes, pequeños, webinars o sesiones para streaming, te recomendamos este gráfico realizado por Derechos Digitales:
Y vos, ¿experimentaste alguna vez la fatiga de Zoom? Comentanos tu experiencia abajo o escribinos por Signal, WhatsApp o Telegram al +595 976 572025.